Infecciones respiratorias infantiles

Profesionales de la Clínica Reina Fabiola explican cuáles son las principales causas de estas enfermedades, sus riesgos y tratamientos.

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Las infecciones respiratorias son causadas por virus o bacterias que afectan las vías respiratorias y los pulmones y, en épocas de frío y viento, los niños se encuentran más expuestos a contraerlas.

Los profesionales de la Clínica Universitaria Reina Fabiola (CURF) explican cómo provenirlas y tratarlas.

Generalmente, se producen por contacto con gotas o secreciones al hablar, toser, estornudar y entrar en contacto cercano con personas enfermas. Las más usuales son: rinofaringitis o gripe común, faringoamigdalitis aguda, laringitis, neumonía y bronquiolitis.

Pueden afectar a cualquier persona pero son más frecuentes en niños menores de 5 años. Si bien en la mayoría de los casos se trata de enfermedades que no son graves, cerca del tercio de las hospitalizaciones en este grupo de edad se deben a problemas respiratorios, incluyendo asma y neumonía.

En qué casos acudir a una institución de salud

Los médicos recomiendan realizar una consulta en clínica u hospital si el niño:

  • Respira rápido y con silbidos o ronquidos.
  • Se le hunde el pecho al respirar.
  • Presenta decaimiento y rechaza el alimento.
  • Tiene más de 38ºC.
  • El riesgo es mayor si tiene menos de 3 meses, bajo peso o es prematuro.

Ante la manifestación de alguno de estos síntomas, no se debe medicar al paciente ni utilizar “remedios caseros”.

Dentro de las opciones terapéuticas complementarias al tratamiento médico, se encuentra la fisioterapia respiratoria.

En la CURF, el Servicio de Rehabilitación y Fisioterapia pediátrica cuenta con Terapia Física y Respiratoria, conformada por especialistas que trabajan de forma conjunta con el equipo médico brindando tratamiento integral y personalizado.

Consiste en procedimientos y técnicas de determinadas manipulaciones sobre la caja torácica que permiten subir y drenar el exceso de mucosidades que se alojan en los pulmones y que el paciente no puede expulsar por sí mismo, reduciendo el riesgo de infecciones, disminuyendo la necesidad de medicación y los ingresos hospitalarios, y mejorando la mecánica ventilatoria y, por ende, su calidad de vida.

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