
Llegamos a esta altura del año con el cansancio de toda la recorrida que hicimos. La mente y el cuerpo se agotan a la par de los espacios disponibles en el calendario, mientras la cantidad de tareas pendientes -actos, encuentros y de “veámonos antes de fin de año”- se multiplican.
El malestar crece, la sensibilidad se intensifica, las ausencias se hacen más presentes y hay a quienes el peso de esa mochila se les vuelve insoportable.
Síndrome de Diciembre
Según datos de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés (Sames) existe el llamado “síndrome de diciembre” que aumenta las consultas médicas y psicológicas por estrés y ansiedad en un 30 %. Se vuelve vital el parar, reflexionar, auto-registrarnos para poder recalcular el futuro.
El fin de año nos activa diversos estados emocionales, cognitivos y corporales, nos habita la sensación de urgencia, como queriendo terminar lo que iniciamos, conectarnos con el futuro y sus proyectos, y cumplir con lo pendiente. Perdemos la sensación de continuidad del tiempo y sentimos que todo va a terminar en estos días.
Además, fechas particulares arrastran consigo un fuerte peso simbólico, marcando la renovación de un ciclo y el inicio de algo nuevo y desconocido plagado de inquietudes. Tengamos en cuenta que la finalización de un año no es sino el comienzo de otro, lleva implícita la idea de renovación pero también de continuidad. NO implica empezar de cero sino la habilitación a renovar energías y esperanzas de cambio, afianzando los logros, en la continuidad de lo que permanece. Se termina el año calendario, pero los procesos continúan.
Otro aspecto importante es no perder de vista lo que significaron los esfuerzos y la celebración de los mismos, de los grandes pero también de los pequeños, los cuales son los que acompañan y hacen el día a día.
Brindemos por un año mejor, con posibilidades de cambiar, de crecer, pero también con la expectativa de permanecer y mantener porque en lo que continúa está la sensación de identidad.
Lic. Laura Regalado
Psicóloga. MP: 2890
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