
Cuando uno de los integrantes de la revista llegó con la noticia de que en el CPC de barrio Jardín estaban dictando un Taller de Lengua de Señas, todos nos entusiasmamos y estuvimos de acuerdo en que era una información que tenían que conocer los vecinos. Nos contactamos con el Área de Cultura del flamante CPC, que está en Celso Barrios esquina Richieri, y preguntamos si podíamos ir a presenciar una clase. Llegamos con un montón de interrogantes.
Apenas entramos nos cuesta hacernos entender pero a medida que el tiempo transcurre nos vamos interiorizando acerca de este idioma de la cultura de las personas sordas para comunicarse entre ellos y para que los oyentes lo aprendan y puedan comunicarse mutuamente. Allí, en el aula, la profesora Natalia Vélez nos recibe y, lo primero que nos hace saber, es que hablamos muy rápido, que no entiende lo que queremos decir.
Recién ahí caemos en la cuenta de que la lengua de señas es, como cualquier otro idioma, un sistema de códigos que se enseña y aprende de manera sistematizada. Vamos despacio, sacamos de la mochila una revista y decimos que estamos interesados en el tema para publicarlo en nuestra próxima edición, que queremos hacerles una nota.
Un grupo diverso con un objetivo en común
Es la tercera clase de este nuevo grupo de alumnos y, a pesar del poco tiempo transcurrido, ya pueden transmitirle a la profesora nuestras intenciones. Entonces todos celebran que la temática va a ser tratada en la revista.
Los alumnos que asisten al curso lo hacen impulsados por distintas inquietudes: algunos son trabajadores de ámbitos públicos o privados, otros son docentes; hay quienes van porque tienen un familiar sordo y quieren aprender a comunicarse con él, otros por curiosidad y como una apuesta a la inclusión social.
Es el cumpleaños de una de las alumnas: ella trajo la torta y los demás, masitas, sándwiches y bebidas para compartir. Entonces, el tema de la clase es el cumpleaños y aprenden vocabulario relacionado con las celebraciones y a cantar el cumpleaños feliz. Cuando termina, todos aplauden agitando las manos.
Natalia Vélez, profesora del Taller de Lengua de Señas: “Estamos conectados por las manos”
Se llama Natalia Vélez y es la profesora del Taller de Lengua de Señas que se dicta en el CPC de barrio Jardín. Es alegre, ocurrente y tiene una tonada cordobesa muy pronunciada. Eso delata que su sordera no es de nacimiento. “Tenía 25 años cuando un día, de repente, me desperté temprano para ir a trabajar y me dí cuenta de que no escuchaba”, cuenta Natalia.
Corría el año 2000, estaba cursando Inglés en la Facultad de Lenguas y la vida de esta jovencita cambiaría para siempre a partir del pronóstico de su dolencia. Los estudios determinaron que había sufrido un ACV mientras dormía y que le había afectado el sentido de la audición. “Me llevó siete años superarlo, pero finalmente acepté mi situación de que nunca más volvería a escuchar”.

Este año se llegó por el CPC Jardín a renovar el carnet de conducir. Fue ahí cuando, empleados que la atendieron, le preguntaron si era sorda, si sabía lengua de señas y si quería enseñarla en un taller. Al principio se sorprendió, pero no tardó en entusiasmarse con la idea.
Así, se convirtió en la profesora del Taller de Lengua de Señas que se dicta, por primera vez, en un CPC de nuestra ciudad y que hoy es todo un boom: tiene tres talleres funcionando y también imparte sus conocimientos a los empleados del CPC, “para que no les pase con otra persona sorda lo que les pasó conmigo”.
Dice que cuando oía era muda (porque era tímida e introvertida) y que la sordera le dio paz. “Como no sé qué dicen, no tengo problema en decir y expresar lo que quiero y siento”, dice entre risas.
Celebra que la gente tenga cada vez más interés en incluir a los demás: “A las personas que somos sordas esto nos da esperanza, porque ya no estamos en silencio sino conectados por medio de las manos”.
Sale del aula y, mirando a su grupo de alumnos, dice: “Para mí, que ellos quieran aprender lengua de señas es una actitud muy altruista de su parte; yo, en nombre de todas las personas sordas, les digo GRACIAS”.
La palabra de quienes asisten al taller
Amira Caminos trabaja como inspectora de tránsito y asegura: “Aprender lengua de señas es importante para el rol social que cumplo. Quiero estar siempre al servicio de la gente”.
tránsito; Alicia Gutiérrez (2), directora escolar; Yanina y Abigail (3), madre e hija.
Alicia Gutiérrez, por su parte, es directora de escuela y considera fundamental aprender lengua de señas para entender a sus alumnos. “En el colegio en el que trabajo hay niños hipoacúsicos. Deseo relacionarme con ellos y ser, así, ejemplo de inclusión”, asegura.
Al taller que dicta la profe Natalia también asisten en familia. Es el caso de Yanina y Abigail, quienes son madre e hija. Sobre los motivos que las impulsan a realizarlo, responden sin dudar: “Queremos inclusión”
Y Yanina agrega: “Trabajo en ventas y me será útil para relacionarme con clientes sordos”.